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Retribution. The wheel of fate is turning. Decide the destiny. |
“Dicho y hecho.”, cuenta Adrián Eva, sentado en su nueva silla de ruedas mientras se toma tres ibuprofenos seguidos. “Concurrí al Jardín Japonés a saludar a la gente y disfrutar tranquilamente de un día de sol con mis amigos, mis amigas, mis amiguitos y mis amiguitas, sin intenciones de causar discordia de ningún tipo. Cuando, en un momento, me dirigí a los servicios con el fin de orinar, lo ví. Entre lo desconocido. Salió de entre las sombras. Él mismo era una sombra. Luka Avilés, que había proferido amenazas contra mi persona, se dirigía hacia mí con paso firme y decidido. Yo sonreí y le extendí mi mano, le ofrecí mi compasión, mi entendimiento. No debíamos pelear. No había por que causar tanto odio, tanto sufrimiento. Sin embargo, el no compartía mis ideas. Sus ojos eran dos joyas color azabache que resplandecían con odio bajo el tibio sol de primavera. Ebrio de poder, se echó hacia mí, y comenzó a atacarme con sus puños, sus piernas, sus cuernos y su cola puntiaguda, la cual usaba cual látigo fulminante mientras reía. Esa risa. Jamás voy a olvidar esa risa. Su lengua bífida bailando al son de sus infames gritos mientras sus pezuñas chocaban contra mi inocente cuerpo. Sus afiladas garras cubiertas por guantes de cuero negro como el carbón para proteger su piel. Gracias a mi felina agilidad, pude esquivar la mayor parte de sus ofensas, al mismo tiempo que le repetía que venía en son de paz, que aquello no era necesario y que se detenga para salvar tanto su alma como la mía, pero el monstruo no escuchaba. Mi gran amigo Anthony nos divisó y se aproximó para detenerlo y expresar que no había malos sentimientos en mi corazón, sin embargo, en ese momento fue cuando llegaron. Volaban casi a la altura del suelo agitando sus pequeñas alas de murciélago. Sus ojos desorbitados y sus desparejos colmillos casi detienen mis pálpitos. Eran los cómplices de Luka. Se trataba de tres masculinos y un femenino, los cuales detuvieron al buen Anthony, dos de ellos tomaron sus brazos y los otros dos lo agarraron de las piernas. Remontaron vuelo y sostuvieron a mi amigo a no menos de siete metros del suelo, amenazando con dejarlo caer si yo no dejaba que su obscuro amo continúe propinándome golpes. La novia de Anthony, Paola, se encontraba pidiendo ayuda a quien fuere cuando uno de los diabólicos esbirros de Aviles abrió la boca y dejó escapar una intensa llamarada, advirtiéndola de que no debía seguir hablando.”
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Identikit. Así se verían los esbirros de Avilés según la víctima |
Eva detiene su relato mientras una lagrima furtiva recorre su gruesa mejilla. “Luego, Luka y sus secuaces nos dejan y se dan a la fuga, solo para ser detenidos por el personal del Jardín Japonés: Dos samurais vistiendo brillantes armaduras que resplandecían con los siete colores del arco iris armados cada uno con doce katanas de plata. Fue en ese momento que atiné a sacarle fotos a Luka con mi celular, con el fin de utilizarlas como evidencia en el juicio que ya veía venir. Que ingenuo de mi, no haber predicho que este ser se arrojaría encima mío. Sentí todo el peso de su maldad sobre mí y accidentalmente dejé caer mi teléfono. Exactamente en ese momento, el malvado Avilés bramó una orden a uno de sus esclavos. En un idioma prohibido que solo las criaturas infernales pueden comprender, le ordenó que destruya mi celular a fin de eliminar evidencia que pueda perjudicarlos en el futuro. El cómplice acató la orden, acaso por miedo al mismo Luka y a lo que este ser de negro corazón podría hacerle a el o a sus seres queridos en caso de que no se cumpla su voluntad, y aplastó mi celular contra el árido y frío suelo del Jardín Japonés. Un celular muy caro, carísimo, de oro incrustado con diamantes, esmeraldas, rubíes y zafiros, que por suerte cuenta con seguro del 100% en caso de Destrucción Total Causada por Demonios. Les pido encarecidamente y de todo corazón que protejan a sus seres queridos de estos individuos que poseen hielo en lugar de sangre ya que amenazaron de muerte a mí, a Anthony, a Paola, al personal del Jardín, a los organizadores del evento, a los que atienden el quiosco, a las carpas, al consejo directivo del Club de Amigos, y a todas las personas del mundo. Gracias por darme este espacio para expresarme.” Cierra Eva su conmovedor relato.
Un tanto más concisa es la versión de Avilés. “Yo dije que le iba a pegar, fui, y le pegué.”, habría declarado el agresor.
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Celularity. No habría tenido importancia gracias al seguro del equipo y su memoria de adamantium |
Por ultimo, tenemos las declaraciones de las autoridades del lugar donde se desarrolló la batalla. “Ra verdad, no ro podiamos creer”, se sinceró Kazuto Amigurumi, Coordinador de Barriletes del Jardín Japonés. “Pero ahora ra comen ros dos, porque no van a poder entrar ar Jardín nunca más en sus honorabres vidas. Uno por causar viorencia en un ambiente tranquiro, y er otro porque donde sea que vaya hay quirombo y por argo será”